(de nuestro colega Kirk Webster, que tiene muchas experiencias con abejas resistentes de celdillas pequeñas)
En Julio pasado, en la conferencia de Apicultura sin tratamientos de Leominster, quedó muy claro que las personas que han tenido éxito explotando un colmenar productivo, sin tratamientos durante muchos años, han llegado a sus propios métodos y esquemas partiendo de sus condiciones particulares. Estos colmenares están distribuidos a lo largo y ancho del mundo en una variedad de entornos que van desde los trópicos húmedos de Sud y Centroamérica al desierto abrasador de Sonora en Arizona; de las cumbres del sur de las Rocosas a los bosques húmedos de Washington Occidental. Más al Este abarcan desde las suaves tonas templadas de Texas, Carolina del Norte y Francia, a los breves veranos y frío intenso del interior de Escadinavia y el Norte de Nueva Inglaterra. El clima y los esquemas de mielada son muy distintos, como poco, a lo largo y ancho de de éste rango de ubicaciones, y esta multitud de apicultores tiene una asombrosa variedad de estrategias para producir miel, polen, propóleo, cera, abejas, reinas y veneno de sus colmenas.
Sin embargo, hay una cosa que todos estos apicultores tienen en común, una experiencia que todos comparten: De un modo u otro, todos observaron a sus abejas pasar, al menos, por dos ciclos de colapso y recuperación, antes de que sus colmenares se estabilizasen, lo suficiente como para producir excedentes de productos de la colmena sin tratamientos.
Para algunos de nosotros, que no sabíamos lo que hacíamos, y que comenzamos con abejas incapaces de coexistir con la varroa, estos ciclos de colapso fueron muy dramáticos, rozando el desastre. Pero para algunos de estos apicultores de Sudamérica, los ciclos fueron muy suaves o inapreciables (porque la abeja africanizada tenía una capacidad notable para coexistir con la varroa y también un ciclo reproductivo mucho más rápido). Esto nos brindó una de las claves importantes: Sabemos que los colmenares de abejas europeas pueden pasar por los ciclos de colapso y recuperación sin demasiado daño económico si es capaz de empezar con una cabaña “salvaje” que posea cierta resistencia a la varroa, y criar en las nuevas colonias mucho más rápido que las importantes pérdidas iniciales.
El ciclo de colapso y recuperación es el medio por el cual los insectos mantienen ocupado su nicho el mayor porcentaje de tiempo, y es la manera de adaptarse a cambios repentinos en su entorno. Los insectos pueden parecer indestructibles en determinadas circunstancias, pero pueden volverse muy vulnerables cuando sufren un cambio muy radical. En ocasiones se diezmarán poblaciones enteras, pero los supervivientes se hayan imbuidos de un potencial increíble para reproducirse cuando las condiciones son favorables. Esto les permite rellenar rápidamente su espacio en el ecosistema, cambiar su genotipo rápidamente, y activar quién sabe qué otros mecanismos de defensa. El ciclo de colapso y recuperación es la razón por la que los saltamontes son difíciles de hallar unos años y se encuentran por doquier en otros. Es la manera por la cual el ácaro de la varroa se volvió rápidamente inmune a los venenos más mortíferos que les pudiéramos echar y también es la manera por la cual las abejas pueden llegar a coexistir con la varroa.
Aún falta por ver si las abejas que ahora seleccionamos, comprobando su comportamiento higiénico, y contando el número de ácaros y esporas de nosema (mientras seguimos tratando a las abejas), puede llegar algún día a prosperar sin tratamientos y no sufrir un episodio de colapso y recuperación. Supongo que esta es la meta de estos programas. Quizás las abejas de John Kefuss son lo más parecido por el momento a este tipo de éxito ( ciertamente ha ampliado y al mismo tiempo ajustado sus procedimientos de ensayo más que cualquiera), pero de sus escritos y charlas, queda claro que su propia versión del colapso y recuperación ( “la prueba Bond” y “genética del hombre de las cavernas”) ha hecho la mayor parte del trabajo arduo, y fueron un primer paso necesario antes de que su tipo de ensayos pudiera brindar resultados lo suficientemente buenos (se ve como cada uno llega a sus métodos preferidos). Y hay muchos colmenares que pasan por un número de sucesos de colapso y recuperación aunque se traten todos los años.
Temo que el proceso de experimentar con las abejas, mientras siguen siendo tratadas, pueda ser interminable, si es que llega a su fin en algún momento; las abejas aún tendrán que pasar por un ciclo de colapso y recuperación, de igual manera que si no hubieran sido tratadas. Se está experimentando con las abejas en muy pocas dimensiones de su problema. La misma definición de nicho ecológico: un hiperespacio n-dimensional (donde n es un número desconocido y potencialmente infinito) debe sugerir que los tratamientos son un verdadero problema y que las abejas deben vivir, adaptarse y recuperarse en todas sus dimensiones, no sólo un número reducido de estos. Se está dedicando una gran cantidad de dinero y tiempo a los tratamientos y ensayos que podía emplearse mejor en investigar los verdaderos costes y efectos de los pesticidas, y en ayudar a los granjeros a descubrir cómo sacar adelante cultivos sin ellos. La apicultura está ahora en una situación en la que la práctica tiene que progresar más rápido de lo que la ciencia puede documentar ese progreso. El énfasis debe hacerse en retirar todo tratamiento tan rápido como sea posible y emplear los amplios esquemas de la Naturaleza para encontrar un camino de vuelta a la salud y resiliencia. (N.delT. Capacidad de mantener las propiedades físicas frente a cambios abruptos del entorno).
Volvamos de nuevo al caso de mi amigo Erik Österlund, que hizo tanto para seguir y documentar (en muchos países) el trabajo de los apicultores que trabajan sin tratamientos. También preparativos en su colmenar para anticipar la llegada de la varroa, más que ningún otro que conozco o puedo imaginar. Tres años antes de la llegada de la varroa a su zona, ya había completado la tarea multi-anual de proveer sus colonias con abejas de familiares supervivientes tanto del lado masculino como del femenino y había transformado todos sus panales al tamaño de 4.9mm. Pero cuando ocurrió el primer contacto con ácaros de varroa , sus abejas se derrumbaron, de igual manera que había ocurrido con las desprotegidas abejas europeas en Norteamérica en su primer contacto. Para mí, esto es una evidencia más que seria de que los sistemas naturales actúan en más dimensiones de las que contemplamos y medimos. Se tardó tiempo en desarrollar una nueva relación entre parásito y huésped, y ciertamente no necesitábamos matar los ácaros en un principio, para que pudiésemos conservar ni tan siquiera algunas abejas. Lo que si es bueno, en nuestra situación actual, es que hemos rebasado esta fase en Norteamérica y hemos superado el estado en el que la atención debe dirigirse a retirar todos los tratamientos y aprender de nuestros nuevos amigos.
Una vez que las abejas y la varroa puedan coexistir en una situación económicamente viable, este ácaro desaparece como plaga y adopta el papel de amigo, aliado y mentor (haciendo la mayor parte del trabajo de selección a poco o ningún coste e indicando dónde nuestro manejo va desencaminado o no se adapta bien). Debido a su estatus de parásito fuera del equilibrio y su enorme poder destructivo, el ácaro de varroa es la criatura más importante que nos queda por identificar como tal: un aliado en potencia. Pero el caso es el mismo con otras criaturas visibles e invisibles que tomamos por “plagas”. Si podemos aprender a tratarlas como amigas y aliadas, y aprender de ellas , entonces tendremos una oportunidad para crear una mejor agricultura y un mundo de creatividad y energía biológicas. Si no es así, no tendremos más elección que seguir el camino consumista y autodestructivo en el que nos hallamos ( y compartir el mismo resultado que otras civilizaciones y culturas del pasado que escogieron vivir según las mismas tácticas). De igual manera que mi pequeño Estado Federal ejerce una influencia desproporcionada en el Senado, los apicultores, por su papel principal en la cadena alimenticia y ecosistemas naturales, pueden tener que interpretar un papel desproporcionado en la elección del camino a seguir.
muchas gracias a Miguel Ángel por la traducción